Fieles a la cita volvimos a estar este domingo de Ramos por la tarde a las puertas de la Basílica de San Miguel de Madrid para acompañar al Santo Cristo de la Luz y el Perdón y María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia, de la Hermandad de los Estudiantes. Un año más nos hemos vuelto a emocionar entre palmas y saetas, entre silencios absolutos y rotundos agravados por los sones de la música de capilla del Señor y los rezos del rosario que se escuchan nacidos de las entrañas de la canastilla del paso, porque, sí, los costaleros van dando público testimonio de su fe rezando el rosario en voz alta dentro del trono. Y esa Virgen, maravillosa, acompañada por la banda del Ejército, contemplada, rezada, añorada y bendecida por los labios y las palmas de sus hijos, que allí estábamos un año más, con ellos, pidiéndoles otra tarde cofrade entre amigos como la de hoy en una ciudad que no publica un tesoro tan grande como este tipo de procesiones de Semana Santa.
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