domingo, 12 de octubre de 2008

ANGUSTIAS, TE ECHO DE MENOS.

Si hay algo que eche de menos sobre todas las cosas de mi prolongadísima estancia en Valladolid es, sin duda, el acercarme siempre que pasaba por la puerta (y era con frecuencia) a rezarle a la Virgen de las Angustias. No tardaré mucho en volver a verla y poderme sumegir en el recogimiento de la penumbra de su templo, como traspasando el umbral de la puerta de los siglos, para sentir el olor de la humedad incensada que te hiere en el alma cuando te pones delante de Ella y te quedas sin palabras. ¿Qué te pido, Señora, cuando lo que más necesitas es que me ponga a tu disposición para ayudarte a pasar el trance de tu propia muerte? ¿Es real que pueda tener la necesidad en ese momento de escuchar cómo eres Tú quien me pides a mi? No es vanidad, es devoción, es comunión. Si me siento tu hijo, y te siento mi Madre ¿cómo no voy a llorar contigo con la esperanza de que dejes de llorar? Madre mía de las Angustias, acuérdate de este hijo que hace tiempo que sólo te ve tamizada por el papel fotográfico de las estampas, pero que te lleva en el corazón la primera vez que te vi aquella remota mañana de mayo.

La Imagen de la Virgen de las Angustias es una obra del escultor castellano Juan de Juni, tallada aproximadamente, y según los expertos, entre 1.550 y 1.564. La talla representa a la Santísima Virgen como una mujer de edad madura y magistralmente expresa la imagen del dolor, no en vano, la leyenda que, como muestra de la incorporación de la imagen a la vida de un pueblo, se ha forjado sobre el escultor y la talla, nos habla de que Juan de Juni se inspiró en la agonía de una de sus hijas para modelar el rostro de la Madre de Dios.

Popularmente se la conoció como "La Virgen de los Cuchillos" con referen pues portaba siete puñales de plata entre su mano derecha, hasta que tras la restauración en 1.970 sus hermanos decidieron despojarla de ellos, pasándolos a colocar en un lugar destacado tanto en el Camarín como en las andas procesionales.

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